¿Es suficiente un abordaje multidisciplinar?

Dr. Alberto Alonso
Consultor del Servicio de Radiología, Unidad de Radiología Intervencionista de la Clínica Universidad de Navarra
1 de diciembre de 2023
El uso y el abuso de las palabras exige un stop para que no se interrumpa la comunicación si queremos hablar en el mismo idioma. En la Medicina, aunque abunden los términos técnicos, también. Yo meto en cabina un adjetivo esencial del trabajo de los profesionales sanitarios: ¿A qué nos referimos con “multidisciplinar”? ¿Es la canción de “uno puso un huevo, otro lo partió, otro fue a por leña...”?
¿La multidisciplinariedad es la colaboración entre distintas disciplinas en un mismo proceso, aunque no necesariamente interactuando entre ellas? ¿Es multidisciplinar un equipo formado por personas que realiza su parte del proceso de una manera eficaz, inserta en un algoritmo, eficiente, con buenos resultados e incluso de manera coste efectiva?
El “problema” -el Paciente, así con mayúscula- demanda un paso más allá de los “técnico, y ese enfoque tradicional de lo multidisciplinar, aunque impoluto en la teoría, nos pone en riesgo de quedarnos en el corto plazo, cuando la Medicina exige la interacción entre nuestro trabajo y el trabajo de otros, que nos abre a un rumbo más certero y a una visión integral de larga distancia. Parafraseando Luis Huete, profesor de IESE Business School, en el avance y la innovación “no interesa tanto el qué o el cómo, que también, y mucho, sino el con-quién”.
La Medicina colaborativa real debería trascender el trabajo “con” y centrarse en el trabajo “entre” las distintas disciplinas involucradas en una misma solución, ya que todas las disciplinas son finitas en cuanto a sus opciones. De ahí surge la Interdisciplinariedad como término más exacto para designar el modo de ejercer la profesión que anhelamos y donde el sujeto activo se llama “equipo”: un grupo de profesionales que entiende que los problemas complejos son transversales, trascienden la individualidad y exigen ser compartidos, desde el compromiso, la comunicación y el respeto entre sus miembros.
Un equipo nace con luz propia cuando entendemos que todos nos hacemos responsables de lograr un objetivo común como fin último, más allá de los bienes particulares.
La interacción y la interrelación requieren tiempo y calma, sobre todo para hablar cara a cara. Para establecer relaciones humanas, el factor humano debe prevalecer. Se trata de establecer una relación de respeto y confianza entre las partes en la que se entiendan que tener puntos de vista distintos -e igualmente válidos- es compatible con hacer las cosas bien. Ese será el punto de partida para trazar la lista de tareas asignadas a cada uno fusionando las lindes.
El problema del paciente no es de quién es el paciente. El problema es cómo planificamos su caso y cómo hacemos que uno más uno empiecen a sumar tres, porque cuatro ojos ven siempre más que dos. Ningún camino correcto pasa por la revalidación del ego profesional como fin. La mentalidad a corto plazo se mira a sí misma. La mentalidad con luces largas mira hacia los demás.
El equipo necesita un director, cuyo liderazgo asegurará, fomentará, integrará y catalizará la correcta interacción de las partes, y evaluará el resultado antes de pasar página para saber si hemos hecho lo adecuado de manera adecuada, eludiendo la tiranía de la subjetividad.
Probablemente, los alumnos que estén saliendo de las facultades de Medicina den ya por sentadas esta interrelación y esta fusión natural de las mentalidades de un equipo. De ellos, hasta los más sabios aspiran a aprender.