Facultad de Medicina

Javier Muerza: “He aprendido a discernir los límites de hasta dónde debe llegar la intervención de un médico” 


Javier Muerza Cascante tiene 22 años, es natural de Pamplona y va a comenzar su cuarto año en la Facultad de Medicina de la Universidad de Navarra. Siempre se sintió atraído por el funcionamiento del cuerpo humano y esta profesión, además, le ofrece la posibilidad de mejorar la calidad de vida de las personas, lo que suma puntos a su pasión

Imagen de Javier Muerza, estudiante de Medicina en la Universidad de Navarra, durante un rotación en el Departamento de Ginecología de la Clínica Universidad de Navarra.
Javier Muerza, estudiante de Medicina, durante una rotación en la Clínica Universidad de Navarra.

Texto: María Marcos Graziati

Fotografía: Manuel Castells

1 de octubre de 2024

Los pacientes que acuden a la Clínica saben que este es un hospital académico y están acostumbrados a que haya médicos residentes, pero puede chocarles ver en consulta a un estudiante. ¿Cómo manejáis estas situaciones? 

Hay gente que se sorprende, gente que no, gente que está acostumbrada y gente que, incluso, te ve como un médico más. A algunas personas puede que no les apetezca que estés y es algo que tengo muy en cuenta, porque considero que, al estar en una consulta, sea la que sea, estás conociendo un aspecto de la persona que es muy privado, y es legítimo que no quiera que estés ahí. Pero en general la gente es muy generosa en ese sentido, te acepta como un miembro más de la profesión médica y entiende que tenemos que estar ahí para aprender, porque luego en el futuro seremos los que –ojalá– estemos para ayudar y curar a las personas. 

¿Cuáles son vuestras funciones mientras estáis rotando en las distintas especialidades? 

Principalmente observar, pero de una forma activa. Conforme pasan los primeros días de rotación, vas viendo lo que hace el médico y vas cogiendo soltura, algunos te dejan hacer la historia clínica o la exploración física. Por supuesto, siempre comprueban que lo hayas hecho bien y así te aseguras de que no haya ningún fallo grave.  

En cuanto a la labor que puede hacer un estudiante… Hay muchas cosas, pero, sobre todo, yo diría el acompañamiento al paciente. Recuerdo el caso de una persona que acudió urgencias con un corte en la pierna; el médico estaba supercentrado en suturar y me di cuenta de que el paciente necesitaba conversación, así que dije ‘lánzate a hablar, no estás molestando, estás haciéndole un favor’. Así fue… Y me pareció algo muy bonito, me sentí realizado.  

Que te cuenten las cosas dentro de un aula y vivirlo en directo son cosas muy distintas. ¿Cómo crees que influye en tu formación y en tu futuro como profesional poder ver in situ cómo se trabaja? 

Cuando estás con un libro delante, pues sí, lees el nombre de la enfermedad, los síntomas, el tratamiento, posibles complicaciones, etc. Te lo aprendes, lo memorizas, se te olvida, te lo vuelves a aprender, y ya está. Con los pacientes, me he dado cuenta de que cambia mucho, porque, lo que antes era un mioma uterino, ahora es el mioma de Andrea o es el bebé de María o es la insuficiencia respiratoria de Felisa. Poner a las cosas nombre y apellidos de personas reales que has conocido, que has explorado, con las que has hablado… Facilita un montón el reconocer luego las enfermedades y hace que no se te olviden.  

¿Qué destacarías de tu rotación en Ginecología? ¿Qué es lo que más te ha llamado la atención? 

Me gustó mucho que es una especialidad en la que, cuando hablamos de embarazos, no trabajas solo con una paciente, sino con dos; que te preocupas tanto de la salud de la madre como la del bebé. Para mí lo más fascinante fue eso, descubrir cómo nos cuidan desde antes de nacer, cómo van viendo que estamos creciendo bien, cómo van teniendo controles periódicos, cómo importamos tanto desde que no somos prácticamente nada. Y el cuidado que se le da también a la madre, procurando que esté tranquila, dándole la importancia que tiene, no pasando nada por alto, solucionando preocupaciones, dudas. Para mí lo más bonito de la Ginecología fue eso, ver cómo se trabaja con dos pacientes y cómo integra a la persona desde el principio. 

¿Cuál dirías que ha sido la mayor lección que has aprendido durante tu paso por Ginecología? 

Bueno, varias. Primero, el manejo con las madres gestantes, el cariño con el que se tratan sus inquietudes, sus dudas, sus miedos; y con los padres, que también tienen su papel cuidando a la madre y tienen sus preocupaciones. Al final, se establece un vínculo, porque estás viviendo con ellos un aspecto muy, muy importante de sus vidas.  

Y, también, el manejo de las situaciones límite. He aprendido un poco más a discernir los límites grandes que hay entre hasta dónde puede llegar la intervención de un médico, hasta dónde puede llegar una enfermedad y hasta dónde se puede no interferir en la vida del bebé, en el sentido de no acabar con su vida intencionadamente. Es una enseñanza muy grande que me he llevado para siempre. Creo que es una lección de vida.  

En una especialidad como Ginecología, a veces se puede complicar la situación con una paciente. ¿Te ha tocado vivir alguna experiencia de este tipo? ¿Cómo te hizo sentir y qué has aprendido de ello? 

Creo que, en general, tuve suerte con los casos que vi. Pero sí recuerdo una paciente que vino con preeclampsia, había mucha gente por medio y a los alumnos nos pidieron que nos apartásemos un poco. Pero pude ver cómo los médicos, con serenidad, con su experiencia y con su mejor intención, mantuvieron la cabeza fría para poner todos los medios para frenar el problema y buscar la mejor solución; siempre por y para los pacientes, porque son dos.  

Muchas veces son situaciones complejas, muy delicadas, pero hay un equipo de bioética detrás muy fuerte, que valora siempre estas cuestiones. A mí me han enseñado a hacer reflexiones que me parecen muy importantes sobre qué haría con una paciente en ciertos momentos.