Trasplantes renales en la Clínica: Un récord vital
Cada trasplante renal es una historia de esperanza, solidaridad e innovación. En 2024, Navarra marcó un hito: 56 intervenciones, una cifra que iguala el máximo de los últimos 37 años. Este logro refleja el esfuerzo del sistema sanitario y la generosidad de los donantes, que brindan una nueva oportunidad a quienes luchan cada día contra la enfermedad renal

Texto: Laura Lasa
Fotografía: Manuel Castells
Ilustrador: Mikel Rodríguez
13 de febrero de 2025
En 1969, la Comunidad Foral dio un paso decisivo al comenzar a realizar trasplantes renales. Fue un gran desafío, pero la colaboración público-privada encontró el equilibrio perfecto. Los trasplantes se llevan a cabo dentro del sistema público de salud, pero con una peculiaridad: los órganos se implantan en la Clínica Universidad de Navarra, gracias a un convenio que lleva más de cinco décadas en marcha.
El proceso está cuidadosamente coordinado a nivel nacional por la Organización Nacional de Trasplantes (ONT), que supervisa cada paso, desde la identificación de los órganos hasta su distribución. ¿Qué hace especial a este sistema? Su verdadera fuerza radica en la capacidad de unir esfuerzos y recursos, garantizando el acceso universal y ofreciendo resultados excepcionales para los pacientes.

Los doctores Daniel Sánchez y Paloma Martín, nefrólogos, junto a Micaela Sancho, enfermera coordinadora de trasplantes, trabajan coordinados.
Este modelo de éxito no sería posible sin la generosidad de los donantes y el incansable trabajo de quienes los detectan. En 2024, Navarra logró realizar 56 trasplantes renales, una cifra que no solo representa un logro médico, sino también un acto de generosidad y esperanza. Como explica Micaela Sancho, coordinadora de trasplantes de la Clínica Universidad de Navarra: “Sin donantes, no habría trasplantes. Detrás de cada donación hay una mezcla de tristeza por la pérdida y de emoción por la oportunidad de vida que ofrece el órgano”.
La Clínica Universidad de Navarra, donde ocurre el milagro
Una vez identificado un posible donante, la Clínica se convierte en el lugar donde el trasplante empieza a ser una realidad. Los pacientes, generalmente derivados de unidades de enfermedad renal avanzada o de diálisis, pasan por un riguroso proceso de evaluación antes de ser incluidos en la lista de espera. En Navarra, los candidatos provienen de los Servicios de Nefrología del Hospital Universitario de Navarra, el hospital Reina Sofía de Tudela y la Clínica Universidad de Navarra. Algunos pacientes reciben un riñón de un donante vivo, normalmente un familiar directo, en un procedimiento cuidadosamente regulado para asegurar su seguridad y legalidad.
El día de un trasplante es siempre único y emocionante. Todo comienza con la alarma que indica la disponibilidad de un riñón compatible. El nefrólogo de guardia en la Clínica se pone en contacto con el candidato principal y con un reserva. Cada paciente reacciona de manera diferente a esa llamada que puede cambiarlo todo: algunos llegan rápidamente, otros tardan más en reaccionar, y hay quienes necesitan varios intentos antes de que finalmente llegue su “día de verdad”.

MICAELA SANCHO
Coordinadora de trasplantes de la Clínica Universidad de Navarra
El proceso de trasplante renal es complejo y muy reglado, con la participación de numerosos equipos. Aunque cada paso está planificado, pueden surgir imprevistos. El tiempo es un factor crítico debido al peligro de isquemia del órgano. Para minimizarlo, se utiliza una máquina de preservación que mantiene el riñón en perfectas condiciones durante más tiempo.
En la Clínica, el momento clave se vive en el quirófano. Urólogos, anestesistas y enfermeros trabajan al unísono para garantizar el éxito. Cada caso es diferente. Pacientes con obesidad o que han pasado años en diálisis pueden tener arterias calcificadas, lo que dificulta las conexiones. No obstante, gracias a la experiencia y a herramientas quirúrgicas avanzadas, estos obstáculos se resuelven con éxito. “Según un estudio publicado en la revista Transplantation Proceedings, la vida media de los riñones trasplantados en Navarra supera los 18 años en primeros trasplantes y los 15 años en segundos, cifras más altas que la media europea”, comenta el Dr. Daniel Sánchez Zalabardo, subdirector del Departamento de Urología.
Después del trasplante: un compromiso para toda la vida
El trasplante renal es mucho más que una cirugía. Para quien lo recibe, supone una mejora casi inmediata en su calidad de vida, pero no un regreso completo a la normalidad. Es el comienzo de una nueva etapa llena de cuidados y compromisos. La persona trasplantada debe seguir un tratamiento riguroso con inmunosupresores para prevenir el rechazo del órgano y someterse a revisiones periódicas para asegurarse de que su riñón funcione correctamente.
Hay casos de órganos que han mantenido su actividad más de 40 años, pero, como explica la Dra. Paloma Martín, nefróloga en la Clínica Universidad de Navarra, “el verdadero objetivo es que el receptor viva lo suficiente para disfrutar plenamente de ese trasplante”.

DRA. PALOMA MARTÍN
Nefróloga en la Clínica Universidad de Navarra
El futuro del trasplante renal
Hace 20 años, los trasplantes renales estaban limitados a personas menores de 75 años. Hoy, esa barrera ha desaparecido y pueden realizarse a mayores de 80, siempre que su salud lo permita. Un desafío común es el manejo de anticuerpos en pacientes que ya han recibido trasplantes, lo que hace más difícil encontrar donantes compatibles y requiere un tratamiento inmunosupresor mayor para prevenir rechazos.
Primer trasplante de riñón realizado en la Clínica, en septiembre de 1969, por los doctores Cortesini, Martínez Caro, Gómez Durán y Cuchaiaria.
La investigación médica explora soluciones innovadoras como la posibilidad de reducir los antígenos en los riñones, lo que permitiría convertir órganos incompatibles en opciones viables. Además, la cirugía robótica promete mejorar los trasplantes al ser menos invasiva, lo cual es crucial para pacientes inmunosuprimidos, que presentan un mayor riesgo de infecciones.
En Navarra, cada trasplante renal no solo es un acto médico, sino un puente hacia la normalidad para miles de personas que luchan contra la enfermedad renal. Es un proceso lleno de desafíos, pero también de recompensas para quienes lo experimentan y para quienes trabajan por hacerlo posible.

De la espera a una vida normal
Judith Baigorri siempre había tenido problemas renales, pero los síntomas eran tan leves que los achacaba al cansancio de su rutina diaria. Todo cambió el 21 de junio de 2007, cuando, con solo 19 años, los médicos le dijeron que debía entrar en diálisis. Durante más de un año, cada dos días, una ambulancia la recogía en Tafalla a las siete de la mañana para llevarla a la Clínica Universidad de Navarra. Allí pasaba cuatro horas conectada a una máquina. “Llegaba a casa agotada, fue un parón en mi vida”, recuerda.
Después de dos llamadas previas como segunda receptora para un posible trasplante, el 21 de junio de 2008, justo un año después de su diagnóstico, el teléfono volvió a sonar. Esta vez era la candidata principal. “Era un sábado por la noche. Estaba cenando con mi hermano y una amiga. Colgué y les dije: ‘Tengo un riñón’. Se pusieron a gritar. Fue un momento increíble”. Al día siguiente, Judith se sometió al trasplante. Todo salió bien y, una semana después, estaba en casa.
Hoy, con 36 años, esta joven tafallesa está casada, trabaja y disfruta de su familia y de sus perros. “Recuperar mi libertad es un regalo. ¿Qué más se puede pedir que tener una vida normal?”, concluye sonriente.